Un líder sin estabilidad emocional está más cerca de ser suplantado que de continuar en su posición. Esta es una realidad, pues las personas no siguen a aquellos en quienes no confían, a aquellos por quienes no sienten admiración.

Es cierto que existen distintos tipos de liderazgo, niveles y grados de complejidad. Pero cualquier líder que no se tome en serio la relevancia de su control emocional, está propenso a perder el mando.

Incluso si se trata del dueño de una gran organización, aunque no perderá su cargo, sí perderá al equipo. Por ende, es más que “crucial” empezar a entender cómo mejorar la estabilidad de lo que pensamos y sentimos para actuar mejor.

Solo de esta manera podemos crear lazos más fuertes con nuestros cercanos y perfeccionar las relaciones de nuestros equipos de trabajo. Pero basta de regaños, vayamos directo a evaluar cómo podemos mejorar en este aspecto.

¿Qué no es la estabilidad emocional?

Por supuesto, lo primero que necesitamos para mejorar nuestra estabilidad emocional como líderes, es dejar de verla como lo que no es.

Generalmente, las personas reacias a aceptar el rol de las emociones en los negocios y el mando corporativo suelen atribuirle al control de emociones adjetivos como:

  • Débil
  • Ingenuo
  • Infantil
  • Mediocre
  • Otros

Todos estos con connotaciones negativas y denigrantes para aquellos que sí le dan el grado de importancia que se necesita. La confusión viene de la idea de que ser inteligente emocionalmente es igual a se sumiso, a aceptar la derrota y a ser demasiado flexible con el personal.

Nada podría estar más alejado de la realidad.

Entender el control de emociones dentro del liderazgo

Mejorar la estabilidad emocional no es volverse débil, de hecho, implica volverse mucho más fuerte. Un control de emociones nada tiene que ver con reprimirlas sino con gestionarlas, lo cual te permite pensar fríamente ante las situaciones más adversas.

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Si las decisiones del equipo recaen en un líder sin control emocional, es probable que el equipo se vea encarando consecuencias desastrosas frecuentemente. Una compra impulsiva, el despido del personal, venta innecesaria de activos, ruptura de alianzas comerciales, entre otras, pueden servir de ejemplo.

La inteligencia emocional invita a la serenidad, pero no por sumisión, sino por sabiduría. Es decir, molestarse con la persona responsable, en el momento adecuado y manifestarlo en un entorno seguro. Al igual que celebrar los triunfos sin caer en el exceso de confianza, evitando así pasar por alto las amenazas aun existentes.

«Ningún CEO quiere ser infeliz y ningún infeliz llega a ser CEO»

¿Cómo puedo mejorar mi estabilidad emocional?

Sabiendo que el rol de la estabilidad emocional no es negociable, es imperativo que comiences a tomar cartas en el asunto. Permíteme compartirte dos maneras con las que puedes trabajar estas áreas.

Autoconocimiento

Una de las maneras más utilizadas es el autoconocimiento. Implica alcanzar la estabilidad a través de mucha introspección. Lectura de libros sobre liderazgo e inteligencia emocional ayuda mucho, y también la interacción con material de desarrollo personal.

Mucha documentación y mucha reflexión. Te sorprendería lo mucho que puedes cambiar si comienzas a cuestionar tu propia forma de reaccionar a los eventos.

Psicología

Por otra parte, todos estamos en distintas escalas con respecto a nuestra estabilidad emocional. Así que, si reconoces que no estás actuando de la mejor manera, pero sabes que no puedes controlarte a ti mismo, no dudes en apoyarte en alguien más.

Un terapeuta puede ayudarte a ver eso que te hace falta, puede ayudarte a despejar el camino y enseñarte a entenderte a ti mismo. No para crear una dependencia de ese tercero, sino para tener la llave que abre las puertas del autodescubrimiento.

Con estas herramientas, sin duda podrás ejercer un mejor liderazgo y alcanzar grandes logros con tu organización.